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jueves, 1 de mayo de 2014

LAS PALABRAS LLEGAN A SU LUGAR



Siempre aprendemos de los demás y eso es de agradecer. Se aprende tanto de lo bueno como de lo malo. Se aprende de un amigo, un hermano, de un conocido e incluso, gracias a las nuevas tecnologías.
El tiempo también nos enseña a pasar por esta vida en las mejores condiciones posibles, pero hay todavía alguna que otra persona confiada que no aprende ni a tiros y tropieza, tropieza y tropieza, una y otra vez.

La vida en sí es un continuo maestro que a fuerza, unas veces de golpes y otras de alabanzas, nos enseña la metodología para seguir el camino. Lo que no nos enseña ni el maestro ni el tiempo ni la vida en sí es la confianza para seguir avanzando sin la necesidad de pisotear a nuestro paso. Esto depende de la moral de cada uno.

A veces confundimos el aprendizaje con la estupidez y nos ponemos a las espaldas buena dosis de ese fármaco tan peligroso. Nos hace crecer-nos con una sinvergüenza superflua que nos acompaña hasta que después de cometer todas las tonterías habidas y por haber, recapacitamos y caemos en picado y sin paracaídas. El golpe es atroz, pero muy merecido. ¡Confiamos en exceso en quien no se lo merece!

Hace unos días me abrieron los ojos y sin esperarlo aprendí la mayor lección que existe en esta vida. Espero que esta vez, no dude en elegir el camino correcto, ni ponga a nadie en un lugar equivocado.
Mi fuero interno me dice que ya he superado el nivel de aprendizaje y me toca poner en práctica lo aprendido, con la sonrisa en la boca y sin volver a tropezar.
Lo siento pero no revelaré la lección. Cada uno la aprende a su manera y en su momento y no deben existir las interferencias.

A disfrutar!!!! y gracias por estar ahí, maestro.

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