Vistas de página en total

lunes, 1 de noviembre de 2021

PANDEMIA






Hace nada estaba tranquilamente en mi caravana (vivo en una caravana), leyendo “22” (Mila Martínez, escritora valenciana), y cuando cerré la última página pensé, “menos mal que es ciencia ficción”. Al poco hubo una dana en Valencia (un----- climatológico) que se trago literalmente toda la costa mediterránea.

Ya no me encontraba tan segura al pensar que la ciencia ficción fuera tal ciencia, pero seguí con mi vida sin hacerme más planteamientos que el de la pura casualidad entre la historia de un libro que acababa de terminar y un episodio puntual de la naturaleza. (En este siglo XXI, la naturaleza se está comportando de manera un tanto irrespetuosa con la humanidad, casi vengativa como castigo al mal uso que le estamos dando. Cambio climático lo llamamos)

Hoy, día uno de mayo del dos mil veinte (2020), la realidad a suplantado a la ficción  en toda su amplitud. Llevamos ya cincuenta días  de un confinamiento a causa de un maldito virus (coronavirus, covid-19), tan poderoso y tan global que está consiguiendo que poco a poco la humanidad se esté volviendo loca, que nos afecte tanto a plantas, animales y humanos, como para cambiar el concepto de nuestra propia existencia. Muchas de las cosas o actos de nuestro entorno, están cambiando rápidamente y sin control.

Ya no existen los abrazos, los besos, el acercamiento, las cervezas en los bares los viernes con los amigos, las risas, los paseos al parque con nuestros hijos. Tampoco podemos reunirnos con nuestras familias ni podemos viajar ni tan siquiera compartir vehículo para cualquier tipo de desplazamientos. El deporte se hace en las terrazas de las casas (salvo si eres un privilegiado y vives en zonas con espacios amplios) y los paseos con nuestras mascotas están bajo control. El teletrabajo es una realidad en este momento y también un privilegiado el que puede acogerse a esas medidas y no desembocar en un ERTE (vocablo que se le asigna a todos los que se han quedado sin trabajo debido a esta situación, incluidos autónomos y pymes que son parte de este circo donde nos hemos visto avocados como unos corderitos camino al matadero). El resto,  los servicios considerados básicos y necesarios, son los únicos que pueden ir a trabajar. 

Sin darnos tiempo a asumir los cambios, nos estamos acomodando, después de tantos días a una vida de ciencia ficción. Si leo esto solo unos años atrás hubiera pensado que la persona que lo escribía tenía una imaginación de miedo. 

Nos extrañamos de ver las tonalidades verdes de las montañas; el azul turquesa de los ríos, mares y pantanos; el azul brillante del cielo y las noches estrelladas como antes jamás se habían visto. Dicen que debido a esta limpieza del ambiente, somos capaces de distinguir las ciudades e incluso ver cómo nos observan los OVNIS.

Dentro de esta locura estamos todos. Es algo a nivel mundial, porque las pandemias son eso, que afectan a todos y a todos los rincones del planeta. Como no podemos salir vemos las noticias por televisión o a través de internet, pero  como no tenemos contacto, tampoco sé a estas alturas si todo lo que nos cuentan es real o es lo que quieren que sepamos (no me creo nada de nadie). 

Los políticos de todos los países, la ONU, la OMS, los Bancos y las grandes empresas están luchando (o al menos lo intentan) contra esta pandemia que nos afecta a nivel de enfermedad a todos por igual. De momento nadie es inmune al virus (que sepamos).

Tengo que confesar que ya he dejado de ver las noticias. Estaba cansada de oír las cifras de contagiados, de enfermos en las UVIS de los hospitales y de muertos. Las imágenes que hemos visto de las victimas por todas partes del planeta, muriendo en la más miserable de las condiciones, me ha hecho convertirme en una autentica egoísta que en mi cabeza solo tenga la preocupación de que mis más allegados estén bien y no tengamos que pasar por una situación por la que muchos, desgraciada y lamentablemente, están pasando.

Hoy no tengo ni idea de que cifras manejamos ni en España (mi país) ni en el mundo. Tampoco quiero saber si es una casualidad o un genocidio provocado. Esto no va a hacerme cambiar la mierda mental que me está provocando este maldito virus.

Hay que estar aquí, viviendo estos momentos, en este siglo y en este año para llegar a plantearte si verdaderamente lo que estamos viviendo es parte de la vida, es un sueño, una pesadilla o una transformación hacia un futuro en el que, como dicen, todo va a cambiar y nada va a ser igual a lo que teníamos. Yo no estoy preparada para este tipo de cambio como nos lo están haciendo ver: distanciamiento social, ¡lo que nos faltaba!

 

Hoy estamos a día 8 de abril del 2021, va a hacer un año y un  mes que esta pesadilla comenzó. Seguimos sin estar a salvo. Seguimos en medio confinamiento, con restricciones a la hora de salir, en los horarios y toque de queda. Sí!, seguimos con un toque de queda muy extraño. A las diez de la noche todos encerrados en nuestras casas. Se ve que el “bicho” (como lo llaman algunos) actúa más de noche o quizás afecta sin contemplación a la sangre de los borrachos o noctámbulos que solo quieren divertirse.

Sigo sin  poder estar con mi familia. Esporádicamente y con sumo cuidado, voy a ver a mi madre, pero con remordimientos por si lo tengo y se lo contagio. Nos han hecho temer que somos potencialmente una bomba de relojería en la transmisión y contagio. Y es que a lo mejor lo somos. No sabemos nada con certeza. No existe ya la certeza. 

Con todo esto tenemos un poco de lio. Podemos ir en autobús con gente desconocida, podemos ir a comprar a una gran superficie pero no podemos ir a casa de nuestros familiares (Solo convivientes). Ponen multas, así es que hay que ir con sumo cuidado.

No os he contado que hay un elemento nuevo introducido en nuestro “modo de vida”. Se trata de las “mascarillas” (Algunos las llaman bozales). Hay de varios tipos. Todos nos hemos hecho especialistas en el tema. Están las higiénicas, las de tela, las quirúrgicas, la FP2 y las FP3. (No sé si me dejo alguna) Hace algunos meses nos costaban un riñón. Ahora las han bajado de precio pero aun así nos cuestan una pasta. No hay ninguna gratis. Yo no me preocupo, el día que no pueda costeármela (todo llegará) pues llevaré la misma. Es divertido y a la vez triste ver a todo el mundo con su mascarilla puesta. Nos quita la mitad de expresión de nuestras caras, pero bueno, no hay mucho que expresar ya a estas alturas. Seguimos sin besos, sin abrazos, sin…

Me acuerdo cuando venía a nuestro país algún extranjero, principalmente chinos, con su mascarilla puesta. Nos resultaba algo chocante y decíamos que estaban un poco chalados. Pues ahora las tenemos que llevar todo el mundo. También si no la llevas te multan. Es muy raro ver a una persona por la calle sin su mascarilla puesta. En pocos meses lo anormal es no llevarla. A parte de la multa, se te tiran como lobos sin ninguna compasión.

Hace unos meses nació Vera, es el nuevo miembro de la familia. La conozco por fotografía. Todavía no la han presentado. Podemos contagiarla. A los pequeños también. A veces me da la sensación de ser un peligro para los demás. Voy con miedo. Pero no soy la única.

Todos, de una forma u otra, estamos sufriendo las consecuencias de esta locura. Nos estamos quedando sin dinero, sin trabajo, sin empresas, sin autoestima, sin alegría, sin… Bueno, en estos asuntos personales no voy a entrar de momento que me pierdo del todo.

Algo que era en principio por un corto tiempo, como mucho un par de meses, se ha convertido en una agonía de incertidumbre de meses y meses. Después de una ola (Nuevo vocablo al que también nos estamos acostumbrando) viene otra ola. Vamos por la tercera y comentan que seguro después de estas Pascuas y antes del verano tendremos aquí la cuarta ola.

Las olas son las consecuencias de la inconsciencia de las personas. Abren un poquito la mano y nos tiramos todos alegremente a la calle, con lo cual volvemos a contagiarnos unos a otros sin poderlo remediar. Ha habido olas peores que los propios inicios de la pandemia. Muchos muertos, muchos contagiados y las UCIS congestionadas. 

Me ingresaron unos días y lo pasé realmente mal. Sobre todo por las circunstancias especiales de los hospitales, el miedo general al contagio y la soledad y ausencia de conocidos a mi lado. Imaginaros lo que debe ser estar meses en esas circunstancias. Hay que tener mucha fortaleza para soportarlo.

Ah, otra cosa. Ya estamos vacunándonos. Hay varias farmacéuticas que han conseguido la vacuna. No está muy claro que sean efectivas porque no ha dado tiempo a probarlas, pero bueno, tenemos que ser optimistas y esperar que funcionen. Empezaron a vacunar en las residencias, a los mayores, a los grupos de riesgo y a los que ayudan socialmente. Ahora ya vamos por edad y supongo que dentro de poco ya me toca. Seguramente será con la AstraZeneca. Dicen que da trompos pero que el riesgo es ínfimo. No sé. Si no te mueres de una cosa te morirás de otra. Ya os contaré. De momento, que sea lo que Dios quiera. Así estamos con todo. Perdón, estoy. No debo hablar por los demás.

 

A otros niveles, he perdido totalmente la esperanza de haber aprendido algo de todo esto. No somos mejores personas; no nos preocupamos mas por nuestro planeta; seguimos sin ponernos en la piel de los demás cuando todo se tuerce. Y así un largo etc. No lo comprendo muy bien. Antes llorábamos por todos los que enfermaban, por los muertos, por los que estaban solos y desamparados. Salíamos a los balcones a mostrar nuestra alegría y solidaridad con los demás. Había cantidad de gente creativa, memes que nos hacían reir y chistes que nos empujaban a seguir y levantarnos cada mañana. Ya nos hemos acostumbrado al dolor y miramos hacia otro lado. Sentir, creo que sentimos pero en silencio, como para nosotros porque todos sufrimos y no es cuestión de amargarnos por saber quien sufre más. Nos callamos y ya está. Igual que nos estamos acostumbrando a vivir con el bicho, igual normalizamos el resto de situaciones. Y es que es tanto tiempo ya que nada nos impacta. ¿Será así nuestra nueva forma de vida? Después de trescientos noventa días nada es predecible ni extraño.

 

Se acerca la cuarta ola. Todos lo sabemos y somos conscientes de ello aunque no hacemos nada para evitarlo. En el fondo pienso que la culpa es de los demás y los “demás”, somos todos. Echamos la culpa al poco aguante de los jóvenes, a la actitud derrotista de los mayores o la mediocridad de los del medio. Qué más da!. Todos somos causa y efecto aunque no queramos reconocerlo. Porque ahora si que hay “malo o bueno”, p0los opuestos de una misma irrealidad.

Bueno, pues no sé todavía lo que voy a hacer cuando llegue la cuarta ola. Quizás me eche a dormir y no me despierte hasta que pase. ¡Eso sí que es como en las películas de ciencia ficción!

De momento, desde la tercera ola procuro no ver las noticias para no tener ninguna influencia negativa en mis pensamientos. Solamente me informo por internet de la normativa actualizada y de las obligaciones que he de cumplir. El resto se lo dejo a los demás. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario