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domingo, 4 de junio de 2017

CUANDO ESPERAS MÁS






Unas veces es una escusa, otras un tal vez, a veces incluso es una verdad...pero una vez, otra y otra...se va convirtiendo en una norma, en una dejadez tal, que duele.
Duele saber que siempre, siempre, hay algo más importante que yo, más que mis necesidades o aquello que pueda sentir.
Es un mirar al infinito y no ver nada, a nadie!! No hay una mirada cómplice, una mirada amiga, una mirada de ánimo y una mirada de "bien!!!! Sigue hacia adelante!!!!.

Sé que no debemos ser exigentes y no lo voy a ser. No es mi intención exigir nada a nadie, pero es que a veces, en este mundo de locos necesito de tu complicidad, de esa fuerza, que sin tu saberlo, me infundes.
 Eres tú, que te veo cuando camino al trabajo; eres tú, que me cruzo por la escalera o por la acera mientras paseo a mis perrhijos; eres tú que trabajamos cada día codo a codo; eres tú, mi amiga del  pasado o esta nueva con quién estoy congeniando.
Eres tú mi hijo, mi familia, mi mujer.
Es un conglomerado de circunstancias, una chispa e incluso algo que no hace falta pedir. Se siente, se adivina, lo quieres, lo necesitas.
Lo he sentido y me niego a que desaparezca.

Es todo ese esfuerzo que hago cada mañana para levantarme, para sonreír, para ser feliz y demostrarte que sí!!, a pesar de lo que sientas, a pesar de como te sientas...puedes y debes salir.
No me importa volverlo a hacer. No me importa coger el lápiz de morder y ensayar todas las mañanas mi sonrisa perfecta para que nos beneficiamos todos de tener un mejor día. No me importa apretar los puños con fuerza para atrapar el dolor que me deja la ignorancia de pensar que si puedo hacer más por tí, también tu puedes hacer más por mí...sin que te lo pida.
Esas fuerzas que me dan los puños son precisamente las que me van a decir: "adelante, no pasa nada. Tú puedes llegar hasta allí. Consigue-lo, no dudes y camina"

No soy capaz de culpabilizar a nadie porque nadie es culpable de nada. A veces no podemos ver más allá de nuestros propios pies y pretendemos ver todo el horizonte.
Mi  forma de querer, mi nivel de exigencia, el propio y el ajeno, me lleva fatídicamente a llevarme batacazo tras batacazo... y vuelvo a pensar que nadie, efectivamente, es responsable de los demás. Por lo tanto no es justo mirar a los demás justificando con mis puntos de vista, será más justo justificarlos con los suyos propios, por lo que no tengo nada que hacer. Mis puntos de vista soy yo quien los conoce y los entiende, y puedo sin necesidad de preguntar o pedir permiso a los demás, adaptarlos como mejor pueda a mis capacidades, entonces, ¿por qué debo justificar los actos de los demás?
"Mis compromisos son conmigo misma, no con los demás".

Ahora si, es el momento de sentarme en el sillón de meditar y hacer un reseteo de las cosas esenciales que me corresponden como mías y deshacerme del resto de "conciencias" que no son de mi incunvencia, que a veces, sin darnos cuenta creemos como propias.
Descifraremos en pocos minutos los secretos de tanta y tanta espera...

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