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martes, 29 de diciembre de 2020

ME GUSTARÍA CREER

 



Estamos a nada de que termine este nefasto año que va a ser historia en nuestra humanidad. Todos vamos a formar parte de una forma o de otra, unos porque van a morir, otros por sufrir las consecuencias de una enfermedad, otros tantos por el sufrimiento ante una crisis que nos va ha dejar desahuciados a casi la mitad del planeta; por una crisis económica que no hemos buscado, más bien nos hemos topado con ella de sopetón.

Yo ya empezaba este 2020 con el pie izquierdo, sin ganas, sin ilusiones, sin ni si quiera ganas de aprender o de saber, sin planes. Me decía:"Esta vez voy a dejar que fluya todo a mi alrededor, que pase lo que tenga que pasar y que la vida siga por los caminos que ella misma quiera" (31/12/2019) Debí ser mas conservadora y pedir lo de siempre...

El mismo día 1 de enero hice, a pesar de todo, mi lista de propósitos para el año. Alguno conseguí, no voy a ponerme en plan negativo, pero creo que me falto tiempo, fuerza, credibilidad y valor.

Hacia mitad del mismo mes de enero, me fui de viaje a Lituania, llevada en principio por inercia y ante lo que vi, observe y viví, sentí que tenía alguna posibilidad de curación, salvación o como queráis llamarlo. Sin duda en aquel momento me hubiera quedado con mochila a cuestas a descubrir toda su belleza, al menos referente a sus paisajes. Fue en cierto modo un viaje sanador y el principio de nuevas sensaciones incluida la utópica sensación de poder ser alguien un poquito mas importante para los demás. Quizás, solo quizás pensé que podía soñar y sentir.

Pero llegó febrero y con el la normalidad y volví a darme cuenta que a pesar de estar donde quería estar, sentirme bien en vidigón, en mi paraíso, "no sabía gestionar mi dolor" y entraba y salia sin darme cuenta del mundo oscuro que me atrapaba y confundía constantemente mis sentimientos. Llegó marzo y me sugestione con mi cumpleaños, con mis sesenta años y con mi debilidad en todos los sentidos, aunque con un impulso valiente me hice la promesa de VIVIR Y SER FELIZ. Fue un cumpleaños de ensueño y me animo un montón, sobre todo cuando fue literalmente el ultimo que se celebro en muchos meses.

Desde entonces, aquel fatídico día 14 de marzo del 2020, la vida de muchas personas cambio, incluida la mía. 

Pandemia, covid, virus, confinamiento, encierro, caos, crisis, conflictos sociales, culpas políticas, distanciamientos familiares... Una vez pasó lo peor llegaron las falsas promesas, los incumplimientos y en general nos volvimos más irascibles, mas desconfiados y más distantes. En este tiempo, ya estamos en octubre, en no más de tres ocasiones he podido estar con mi familia, mi madre, hermanos, sobrinos, hijo y me he sentido una privilegiada por vivir en un lugar maravilloso donde he podido escaparme a respirar aire puro sin necesidad de taparme la cara. Pasamos un verano con restricciones que no se si ayudó mucho. Todos en general sufrimos las consecuencias de toda la locura que nos estaba atrapando y en muchas ocasiones, a pesar de haberme acostumbrado al distanciamiento y soledad, me sentí abandonada, judicializada por quienes durante tiempo estaban a mi lado y descubrí sin demasiada sorpresa que no me había acostumbrado para nada al mundo tan inhumano que sin saber por qué estaba viviendo. Me encontré de nuevo con contradicciones, en un mundo perdido entre luces y sombras donde la realidad no coincidía con la realidad que había imaginado; me importa todo un bledo; me cuesta transmitir lo que siento a través de una mascarilla en mi cara y...vuelve el miedo y con el mi perdición.

 Sí, cierto, habrá que hacer algo, poner hincapié en volver a creer y en sentir la vida en todo su esplendor pero es difícil si hemos perdido el bien más preciado que teníamos: CREER. En todo, en nada, en lo que sea pero creer. Me va a resultar complicado adaptarme a esta nueva forma de vida, pero lo intentaré, es el único punto de la lista de deseos para el próximo año.

SUERTE, MUCHA SUERTE Y SALUD!!!    

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