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miércoles, 8 de junio de 2016

YA NO HAY PIEDRA






¿Tropezar con la misma piedra?
¡Que NO! ¡Que ya la han quitado!

Una mañana desperté y, a pesar de ir obcecada en mis rutinarios pensamientos, descubrí con cierto pasmo que aquella piedra con la que tantas veces tropecé y seguía tropezando, ¡no existía!.
Algún infame de mi alrededor con su pretensión de hacerme daño, me la había robado. ¡Toda para ti!. Es la piedra de los tropiezos y, a pesar de tenerle un cierto cariño (eran muchos años), no creo que la vuelva a echar de menos. ¿Cuantas veces me arrodillé en el suelo sin querer por tu maldita culpa?. Hoy no me acuerdo pero me va por la cabeza que fueron muchas.

Hoy, después de salir de casa con la libertad de creer volar, no me encontraba. Flotaba y al mirar hacia el suelo me he dado cuenta que las piedras se habían convertido en un campo de bonitas amapolas. Y flotaba porque ¡No las quería pisar!.

Me he acostumbrado, de un tiempo a esta parte, a cuidar, a cultivar, a mimar...y por esta "estúpida razón" y no querer tropezar más, la vida se a transformado en un cúmulo de razones perfectas para ser feliz.
Cada mañana cuando amanece, el día me ofrece un nuevo regalo del cual disfruto con verdadera pasión. Es otra manera de ver las cosas, sencilla, clara y reposada, y como antes he dicho, desde la distancia.

Nota: Aunque la foto parece que sean cardos borriqueros, si te acercas son unas flores preciosas y un color moradito que con la luz del atardecer se transforma en mil "posibilidades". Soy consciente de que esto último depende de lo limpio que tengas tu corazón y según los ojos con que la miras. No todos ni todas son capaces de poderlo ver...

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