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lunes, 19 de febrero de 2018

LA ÚLTIMA PALABRA




Siempre quieren tener la última palabra o ese último mensaje implícito que te invita a pensar que es insolente. Son de ese tipo de gente que utiliza la vida de los demás con desprecio, improperios e injurias ocultas en vistas de contribuir a un desastre que casi nunca llega.
No consiguen su objetivo, pero a pesar de todo, lo intentan una y otra vez, a través de su propia creencia de gloria y victoria o descaradamente en el silencio.
Es así y ya esta. No vale la pena perder el tiempo en esperar, ni si quiera dar el beneplácito de que cambien. 

Las ratas no cambian; viven, crecen y mueren como ratas y es esa su existencia. O te acostumbras a ellas o te producen un asco con solo verlas a distancia. Me refiero a las ratas. Y hay ratas de ciudad, de campo e incluso de playa, que yo las he visto!

Cuando escucho algo relacionado con esto por televisión o la radio, (aquí ya me refiero a las personas no a las ratas), pienso siempre que si vivieran apartados en un gueto, se matarían ellos mismos con sus milongas; señalarían con su propio dedo sus propias rarezas, sus mentiras, sus diferentes formas de ser y acabarían justificándose a sí mismos para no enloquecer. No acatarían ni su propia injusticia ni si quiera la voluntad de vivir tranquilamente en sociedad.

Son así, son ellos, existen, siguen siendo como eran ayer o antes de ayer. No cambian , ni lo intentan ni lo quieren, y así les va, esperando que el tiempo  ponga al resto del universo en su sitio y que dentro de poco "llegué la hora de los demás".

Pero hace tiempo, mucho tiempo que los otros ya encontraron su lugar.



               "No lloréis,
               que no vean vuestra debilidad.
               No sufráis,
               que no sientan que sentís.
               Tampoco riáis
               -eso puede ser fatal-
               Y sobre todo,
               -como consejo-
               no mostréis nunca
               ni una pizca de FELICIDAD."

                                       Maco Seguí.

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